Esta novela, sencilla de principio a fin, me quitó el sueño algunas noches mientras la leía. Puedo decir muchas cosas de ella: profundísima y humana, te hará reflexionar a menudo sobre los avatares de la Historia. Y de la vida.
El Nazi y El Peluquero cuenta los devenires de un pobre diablo, Max Schulz, del que nunca sabremos si es una víctima de la sociedad, buscavidas en la peor de las situaciones, o simplemente mala persona. ¿Qué nos hace ser como somos? ¿Por qué no puede decirse que Max es bueno ni malo? Siempre es interesante conocer cómo las personas nos vamos adaptando a las situaciones más difíciles sin llegar a saber muy bien por qué, cómo, ni con qué motivo. Las cosas a veces sencillamente, ocurren.
Debemos saber que, entre los millares de personas afines al régimen totalitario y nacionalsocialista de Hitler (también añadiría inhumano), muchos eran colaboradores plenamente convencidos de su misión para con su país. Ésa es una de las cuestiones por las que consiguió tantos seguidores: la idea de poner a Alemania donde realmente merecía. Con este sobadísimo y anticuado argumento, se puso en marcha una máquina cuyos engranajes eran personas de carne y hueso, que después de hacer su trabajo en los campos de concentración, se iban a cenar con sus familias y daban un beso de buenas noches a sus hijos. Verdaramente, esto fue así. ¿Nunca os habéis preguntado por estas personas? ¿qué les movía? A algunas, nada en particular. Así de duro.
¿Y qué fue de aquella enorme cantidad de colaboradores del Gobierno, funcionarios, militares, alcaldes, simples simpatizantes? ¿Dónde fueron después de perder la Guerra?
En relidad Max nunca llega a plantearse todas estas cuestiones, sino que se limita a contarnos qué cosas pasaron y cómo las llegó a torear. Y luego es cada uno quien se cuestiona el resto.
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