Los pájaros. Están por todas partes, y aunque no son mi fuerte ni entiendo de ellos, ver los pájaros me gusta. No hace falta estar en el campo. Todavía recuerdo un día en el, esperando para ir a la Facultad, ví un petirrojo. Es de los pocos que sé reconocer. Hará como 13 años de esto, pero aún tengo fresco ese recuerdo. Los gorriones me encantan, tan redonditos, dan ganas de engancharlos y apretujarlos como si fueran un cojincito pequeño como esos donde las madres "aparcan" las agujas y alfileres. ¿Por qué no les prestamos atención, con lo majos que parecen?
Otra cosa estúpida que me gusta hacer: beber agua. ¿Quién dice que no tiene sabor? Será la de manantial, la de mi grifo sabe, y sabe rica. No es fácil encontrarle el punto a la temperatura, pero si consigo esa mezcla de 3/4 de fría de la nevera y 1/4 del tiempo en sus justas medidas, me hago la ola. Es un lujo de lo más económico. ¡Y no hace falta tener sed amigos!
Uno de los lujos más baratos y confesables es la siesta. Yo, personalmente, soy una fan fatal de esta práctica. Ejerzo casi todos los días, aunque muy a menudo me sale el tiro por la culata y no consigo más que dar una cabezada torpe que me deja dolor de cabeza. Pero esos 30-40 minutos de auto homenaje, donde reposas a mitad de la jornada, son impagables. ¿Por qué no aprenden de Google las empresas españolas? ¡Lo que nos íbamos a ahorrar en Gelocatiles!
Hay algo más que compartimos casi todos a la hora de elegir algo que nos gusta: reir. Quiero decir reir con ganas. ¿Existe algo más fácil y más difícil a la vez? Una vez leí que el ser humano, según va haciéndose adulto, fabrica menos hormonas de la felicidad, esto es: endorfinas, que son las encargadas de predisponernos a la risa. ¿Es que nadie se acuerda de cuánto nos reimos en la adolescencia? Porque yo no hacía otra cosa... Y aunque sea cada día un poco más difícil, ¿a quién no le alegra el día un chiste, aunque sea tan malo que queramos salir del país corriendo y no volver jamás?
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