viernes, 21 de octubre de 2011

Cosas insignificantes que te alegran el día

A todos nos pasa: vamos por el mundo de mala manera porque nos levantamos de mala leche. Luego, dependiendo de cómo haya ido el día, nos acostamos en el mismo estado o no. ¿Qué cosas hay en esta vida, que aún siendo insignificantes, pueden alegrarnos las 14 horas que venimos estando en vertical? Cada uno tendrá su lista personal, pero como éste es mi blog, voy a poner aquí algunas de las que me gustan a mí.
Los pájaros. Están por todas partes, y aunque no son mi fuerte ni entiendo de ellos, ver los pájaros me gusta. No hace falta estar en el campo. Todavía recuerdo un día en el, esperando para ir a la Facultad, ví un petirrojo. Es de los pocos que sé reconocer. Hará como 13 años de esto, pero aún tengo fresco ese recuerdo. Los gorriones me encantan, tan redonditos, dan ganas de engancharlos y apretujarlos como si fueran un cojincito pequeño como esos donde las madres "aparcan" las agujas y alfileres. ¿Por qué no les prestamos atención, con lo majos que parecen?


Otra cosa estúpida que me gusta hacer: beber agua. ¿Quién dice que no tiene sabor? Será la de manantial, la de mi grifo sabe, y sabe rica. No es fácil encontrarle el punto a la temperatura, pero si consigo esa mezcla de 3/4 de fría de la nevera y 1/4 del tiempo en sus justas medidas, me hago la ola. Es un lujo de lo más económico. ¡Y no hace falta tener sed amigos!

Uno de los lujos más baratos y confesables es la siesta. Yo, personalmente, soy una fan fatal de esta práctica. Ejerzo casi todos los días, aunque muy a menudo me sale el tiro por la culata y no consigo más que dar una cabezada torpe que me deja dolor de cabeza. Pero esos 30-40 minutos de auto homenaje, donde reposas a mitad de la jornada, son impagables. ¿Por qué no aprenden de Google las empresas españolas? ¡Lo que nos íbamos a ahorrar en Gelocatiles!


Hay algo más que compartimos casi todos a la hora de elegir algo que nos gusta: reir. Quiero decir reir con ganas. ¿Existe algo más fácil y más difícil a la vez? Una vez leí que el ser humano, según va haciéndose adulto, fabrica menos hormonas de la felicidad, esto es: endorfinas, que son las encargadas de predisponernos a la risa. ¿Es que nadie se acuerda de cuánto nos reimos en la adolescencia? Porque yo no hacía otra cosa... Y aunque sea cada día un poco más difícil, ¿a quién no le alegra el día un chiste, aunque sea tan malo que queramos salir del país corriendo y no volver jamás?


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