domingo, 18 de marzo de 2012

La indignidad

Estos últimos meses están sucediendo una serie de cosas que me están haciendo pensar en cómo es el ser humano. Sí, amigos, una también tiene sus profundidades, y me he dado cuenta de que estoy ciertamente harta de escuchar según qué terminos en los medios de comunicación. Indignada es una palabra que a estas alturas se me queda corta.
No hace mucho hemos sabido que el Presidente de Alemania, Christian Wulff, ha metido la mano donde no debía, haciéndose así con un dinerillo que no le correspondía, amén de beneficiarse de su cargo para conseguir mejores condiciones para, por ejemplo, comprarse una casa. Total, ese ya mítico "quítame allá esos euros" a los que nos tienen tan acostumbrados en nuestra querida España. Os he puesto a lo largo de este post, como muestra, algunas de las noticias relacionadas con estos hechos que han visto últimamente la luz.
Lo bueno viene ahora: como es de pura lógica en un país normal, a este señor se le ha destituido (aunque le han permitido hacer ver que ha dimitido motu proprio). El caso es que, para que no se diga, se le ha organizado una especie de despedida institucional con (casi) todos los honores, que ha resultado ser un rotundo fracaso porque han decidido no rendirle homenaje cientos de invitados, entre ellos algunos de los ministros de la señora Merkel. Y decirle que no a Merkel no es moco de pavo. Que se lo digan a los griegos. O a nosotros mismos.

Como podréis suponer, el hecho de que este señor sea un chorizo me parece profundamente indigno. Pero que gran parte de la plana mayor decida plantarle cara y dejarse de homenajes ridículos por inmerecidos, me parece algo digno. Y poco visto aquí, desde luego. No estamos muy acostumbrados a ver este tipo de manifestaciones públicas los españoles.
No digo que los alemanes sean más dignos que nosotros, qué va. Qué dirían de mí todos los patriotas... Pero eso de España, camisa blanca... ¡camisa de mugre, diría yo!

El problema es que estamos demasiado acostumbrados a que nos roben. Alguien pensará que eso no es posible, pero yo digo que sí: es una actitud.

Veamos otros casos nacionales: Camps y su especie de remisión política y social con aquel espectáculo de "taller de teatro" que fue su juicio. El caso es que quedó sobradamente demostrado que este señor, junto con Costa, se habían estado beneficiando de los contactos que mantenían con la trama Gürtel, donde se llamaban "amiguito del alma" o "te quiero un huevo", entre otras lindezas. Sin embargo, al no quedar suficientemente probado el regalo de los trajes de las narices, Camps y compañía fueron declarados no culpables. ¿Alguien cree que este señor va con la cabeza gacha por las calles de V
Valencia? Pues ni mucho menos; ahora nuestro querido ex-president se dedica a proclamar a los cuatro vientos (o a quien quiera escucharle) que la Justicia ha hablado, y que quiénes éramos los demás para cuestionar su honorabilidad. Así que, otra vez andamos a vueltas con las dignidades. Eso que parece que tienen todos los presuntos chorizos, menos los que vivimos de nuestra nómina, para que nos entendamos. Podéis disfrutar de algunas de estas perlas en este vídeo.



También el yernísimo, osea Iñaki Urdangarín, ha echado mano de su honorabilidad para defenderse y que todos veamos qué pobre víctima ha resultado ser de todo el tinglado que se le ha venido encima con el caso Noos. Pobre... A mí me parece muy digna esta actitud, pero ¿alguien piensa que quedará algo de digno en las actitudes que tendremos que ver en el caso de que finalmente se confirme que había algo sucio en sus gestiones? No voy a cuestionar a la Justicia, Dios me libre, lo que quiero es demostrar que en España no hay ni una pizca de vergüenza torera para este tipo de personas (presuntamente) ladronas de lo nuestro. No sé, quizá me equivoque y todo quede en que este señor y su familia no vuelvan a Palma y terminen todos con un súper contrato en alguna multinacional española, ganando un dineral (ojo: 1,4 millones de €) y con casoplón pagado por la misma.


  

Para terminar con el tema éste de la dignidad, voy a mencionar otros dos casos, paralelos en actitudes a mi modo de ver. En primer lugar porque (casualidades de la vida) se trata de dos empresas gestionadas o financiadas de alguna forma por empresas/ dinero público: Invercaria y la CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo).

En la primera, parece que unas grabaciones de algunas conversaciones de su presidenta, Laura Gómez, podrían hacer sospechar que hay gato encerrado con la manipulación de algunos informes con el objeto de llevárselo calentito. De hecho, se trataba de una empresa pública con una gestión más que sospechosa antes de salir a la luz el caso de las escuchas. Hablo de agujeros de millones de euros. Pues bien, Invercaria ha presentado una demanda por intromisión en el honor, contándonos a todos aquello tan trillado ya de "la campaña de desprestigio". Joder, ¿es que nadie se limita a agachar la cabeza, dimitr, admitir que le han pillado con las manos en la masa? ¿En esta poca desvergüenza se va a convertir la presunción de inocencia?

En el caso de la CAM, también podemos hablar de agujeros y de dinero público. Y como en el caso anterior, a pesar de que parece de sobra constatado que sus directivos se dedicaron a dejar la entidad seca a la vez que se cubrían los riñones con jubilaciones millonarias, la que fue presidenta de la Caja, María Dolores Amorós, demandó a la propia CAM por despido improcedente. Nada menos que por 10 millones.

Que cada cual haga sus propias valoraciones. Pero es que aquí parece que si no te sale la dignidad por los poros cuando te pillan en pleno desfalco, es que no eres un español como es debido. Con razón los indignados somos nosotros.

viernes, 2 de marzo de 2012

Too fast too furious! (para ser un colibrí)

¿Aguien se ha fijado ya en que nuestras percepciones de la vida, del mundo en general, al volante no son las mismas que como meros peatones? ¿Ya hay filósofos que hayan tratado este tema? ¿Punset le ha dedicado algún programa? No sé explicarlo mejor, pero llevo unos días dándole vueltas a todas las cosas que he vivido como conductora y no sé, no creo que sean actitudes y situaciones personales. Que me pasan cosas raras, vale; pero seguro que las que voy a relatar aquí os resultan familiares a más de uno.

El otro día yendo yo a trabajar (con los ojos hinchados de sueño pero desde luego pintados), me situo como siempre en la fila del mogollón de coches esperando a bajar las curvas que me permiten tomar la Nacional. Estoy harta de ver cómo los coches nos pegamos los unos a los otros con la intención de meternos presión y darnos brillo; o simplemente por no hacer eterna la fila de coches que aún siguen esperando incorporarse... El caso es que hace algunos días voy detrás de un pedazo de Audi. Yo mantenía con él más o menos la distancia que el de atrás mantenía conmigo. Cuando veo que empieza a gesticular y hacerse el macarra desde su retrovisor. Se ve que le parecía que las luces de mi coche podían rayarle (con rayos X, sería) la carrocería de su pijomóvil. Ni que decir tiene que el mío es una carraca. Pero al caso: no sólo se me pone farruco, sino que además comienza a dar pequeños frenazos con la intención de tenerme a mí, a y los 35 coches que me siguen, atentos a su jugada. Al llegar a la rotonda -el final del infierno de la espera para todos - pegó un acelerón tipo Too Fast too Furious y me pasó dejándome en una nube de polvo. La venganza final.

Todos nos volvemos más irascibles al volante. No hace mucho me comentaron que un amigo iba en coche con su hermano, y que siendo éste el que conducía, al ser víctima de una pirula, se puso a hacer giros en el aire con el cable de un cargador de móvil. Mi amigo alucinó tanto con su hermano que le pidió parar. Imaginad un cargardor de móvil siendo girado en el aire por tu hermano al más puro estilo Búfalo Bill mientras tú apartas la cara para salvar la vida... P'abernos matao.


Lo más curioso de esto es que no es sólo la actitud lo que cambia, como decía antes: también la percepción. El otro conductor siempre es el malo. Invariablemente. ¿Creéis que yo no me acuerdo de los muertos del conductor que pone su coche a pocos centímetros por detrás del mío? ¡Qué agobio, por favor!

Incluso cuando somos conscientes de que la culpa de lo sucedido ha sido nuestra, siempre terminamos por culpar en gran medida a los otros conductores por lo que sea. A toro pasao si hace falta.

Os cuento otro ejemplo: otro día me crucé en medio de dos carriles pensando que se me cerraba un semáforo. Como podéis suponer, el semáforo en cuestión se cerró, y yo me quedé con toda mi dignidad y mis ojos hinchados (pero maquillados) en medio de varios montones de coches pitándome y personas mirándome con odio desde los dos sentidos. Yo hacía como que la cosa no iba conmigo y puse mi mejor cara de estatua griega, pero cuál es mi sorpresa cuando veo que me pasa un coche familiar donde su conductor me hace una pitada que no se la salta un gitano, y según avanza ¡¡me regaña también su hija que iba en el asiento de atrás!! Me puso una cara de "ya te vale" y hasta me señalaba con el dedo... Me dejó mal, la asquerosa. Total, que me faltó poco para bajarme y ponerme chula con el padre de la criatura. Que sí, yo había sido la que se cruzó los carriles, pero su hija es una marisabidilla que me dejó con ganas de decirle ¡ESTO ES ESPARTA!



Y es que hay actitudes que sólo te explicas porque estás al volante. Nunca he sido muy fan de los taxistas, pero es que... imaginad trabajar diez horas al volante en una ciudad como Madrid. Para acabar con tics nerviosos la jornada laboral, como poco.

Otro día, ya peatonalmente hablando, estaba con un amigo a la puerta de un edificio. Yo subí y mi amigo esperaba, pero cuando bajé me contó sorprendido que una motocicleta le había pasado muy cerca y cada vez más despacio. Cuando estuvo a su altura, la chica que iba montada atrás le alargó una pierna con intención de vete a saber qué. Yo supuse que de darle una patada, lo menos. El pobre, como encima era buenísima persona, entendió que el motorista y compañía lo conocían de algo, y no habían terminado de pasarle al ras cuando mi amigo se puso en medio de la carretera a decirles adiós con la mano (¿?). Qué indefensión tan grande la de ser peatón y bienpensado al mismo tiempo. Seguro que si eso mismo le pasa mientras conduce, arde Troya.

¿Por qué nos volvemos tan malas personas al volante?

Como habéis visto, los motoristas y otros centauros de las Vespas tampoco son bendecidos con el don de la paciencia en lo que a actitudes viales se refiere. Por algo algunos se hacen llamar Ángeles, sí ¡pero del infierno!  En otra ocasión, y ya termino con esta anécdota (aunque podría seguir), iba camino de casa cuando una motocicleta me adelantó, el motero se giró totalmente hacia mí diciéndome a voces "¡puta!, ¡putaaaa!". No digo que yo no hubiera hecho algo mal previamente. Pero imaginad mi cara: sin poder dejar de mirar hacia delante, viéndole todo el rato la cara y oyendo claramente los gritos a pleno pulmón (ojo: que yo llevaba mi radio puesta). Yo sólo pensaba que se iba a empotrar contra el coche de delante por mirarme a mí fijamente mientras me insultaba. ¿Y qué le digo yo a los atestados si me preguntan por sus últimas palabras?


 Total, que lo tengo asumido. Hoy he leído en algún sitio que el tiempo no es el que hace fuera, sino el que llevamos con nosotros dentro del coche. Debe ser una especie de laboratorio de doctor Jekyll y mister Hyde. O como el escenario de Lluvia de Estrellas, donde entras por una puerta, sale una nube de humo y a saber en quién te has convertido.