martes, 14 de febrero de 2012

¿Pero de verdad existió este sitio alguna vez?

Estos días he estado haciendo limpieza (lo que me ha dado tiempo, tampoco vayamos a presumir ahora de "ballerinas" humanas). El caso es que una cosa lleva a la otra... total, que me he encontrado con el papel que veis a continuación. Nada menos que una declaración de intenciones del año 1994. ¿Y qué intenciones podía tener yo por aquel entonces? En realidad, y como mucho, que mis padres no me pillaran chuza aquella misma noche. Y quizá, con un poco más de proyección de futuro, aprobar alguna de las asignaturas-ladrillo que por esos años llenaban mis noches solitarias (Jesús, si parezco Bécquer).

No hay más que leer una vez la servilleta para entender lo poco que esperaba yo de esta vida con 18 años. 
Lo de Esmeralda y la pegatina, como que lo voy a obviar, aunque tienen historia propia.




















Lo cierto es que tengo especial cariño a este cacho papel, que no es otra cosa que una servilleta del que fué durante mucho tiempo mi bar favorito. Anda que no hemos pasado noches (y algunas mañanas que recuerdo muy bien) dale que te pego en el Santuario, osea, en el Santu. Fijo que ninguna de mis amigas de entonces ha olvidado cómo se llamaba algún que otro camarero, jeje. Ni que decir tiene que como clientas habituales que éramos teníamos ciertos privilegios como pedir canciones al DJ, que ipso facto eran pinchadas - ¡ojo al dato: hablamos de discos de vinilo!-, o incluso ser invitadas de forma asidua a minis de calimocho uno tras otro (mira tú que este "cócktail" es algo que no echo nada de menos). Eso sí, previa puesta en escena de "la mujer de la máscara de pena". La mayoría no sabréis que es, pero os aseguro que el truco funcionaba. 


Porque en el Santu todo era genial. Qué más podías esperar de la vida cuando llevabas la cara pintada como una puerta, unos pantalones bien justitos donde se marcaba bien la goma de la braga, que el tanga ha sido cosa de esta última década, y sonaba, por ejemplo, Serenade de la Steve Miller Band.¡Ay, cómo corren los tiempos! Cuando se podía fumar en los bares, amigos... y yo era una veinteañera de larga melena rubia. Natural, desde luego.

 Tengo muchas otras fotos de este sitio que me marcó tanto durante algunos años de mi dorada juventud. Pero como persona responsable y discreta que soy (eso, y que tengo algo de vergüenza torera) no voy a subirlas, no quisiera poner a mis amistades de entonces en ningún compromiso estético. Porque nosotras lo valemos. Pero me despacho subiendo esta foto de una servidora, por supuesto con "mi copa" en la mano, disfrutando de una de aquellas noches que ya no serán. 

¿Era posible ligar un viernes noche con esta carapan?
Quiero declarar ahora, en esta servilleta cibernética, que no debo sentir ningún tipo de nostalgia por aquellas noches, sino agradecer a todos los que estuvieron allí que me lo hicieran pasar tan, pero tan bien. Mis más profunda gratitud y reconocimiento a vuestro recuerdo. Larga vida al Santu.

Related Posts by Categories



Widget by Hoctro | Jack Book

5 comentarios:

  1. Pues qué quiere que te diga, yo sí que me daría un voltio por esos '90 otra vez...
    P.D. Estás monísima de rubia. La "cara pan" postadolescente que se quede donde estaba.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hombre por supuesto que volveríamos una noche al Santu! En plan Regreso al Futuro, pero con 500 pesetas en el bolsillo. Lo único es que a lo mejor me recupero peor de los calimochos.

      Eliminar
    2. ¡¡Y que me decís del Amazén!! Más macarra no se podía ser.

      Eliminar
  2. Qué bueno el Santu, madre mía. Donde yo empecé a escuchar Los Ramones por primera vez...

    ResponderEliminar
  3. Las cábalas que había que hacer con los 100 pavos... Si llegabas al talego eras la reina de la noche! XDD

    Es verdad, desde que cambiamos el cali por el Rioja fino se ve que ya no metabolizamos el vino barato!

    ResponderEliminar